miércoles, 21 de octubre de 2009

De la espiritualidad femenina y otras cuestiones



¿Alguna vez se han detenido a pensar que todo en este mundo está hecho para diestros? Yo me di cuenta de esto un día mientras trataba con problema de abrir un enlatado. Pensé que el abrelatas debía ser más fácil de usar para los diestros, y entonces pensé en las tijeras, los cortadores, los carros, las plumas fuente, los cuadernos argollados... ¡Incluso las perillas de las puertas y el sentido en el que se abren!
Todo, absolutamente todo, está hecho para diestros. Y esto no es sólo cuestión de decidir con qué mano se es hacen las cosas, no. Implica la forma misma en que funcionan los hemisferios, y por tanto afecta todas las estructuras y manifestaciones del pensamiento. Es decir, que de una u otra forma, el subconsciente de los zurdos se ve retado permanentemente a pensar como diestro, a moverse como diestro, a manipular artefactos como diestro y a resolver problemas como diestro... en fin, a enfrentar el mundo como diestro.

¿A qué viene todo esto? Hoy estuve reflexionando sobre la mujer, y sobre cómo a fin de cuentas, las mujeres son también como los zurdos. Las mujeres deben afrontar el mundo, las condiciones en que se desarrollan, la oferta de los medios, los empleos, el maternaje, y todo, en un sistema pensado por y para hombres, y así como los zurdos, su inconsciente es constantemente retado para hacerlo.

Tres veces en la vida me ha sacudido la certeza de que "el modo de las mujeres" es completamente distinto y que casi no tenemos acceso a él: cuando leí por primera vez un libro escrito por una mujer, cuando vi una película dirigida por una mujer, cuando comencé a leer sobre la espiritualidad de la mujer. Entonces supe que nada hasta el momento había sido capaz de hablarme directamente a las entrañas, de relacionarse con mi subconsciente de una forma semejante, y que todo lo que se ha hecho en el mundo y que damos por sentado, ha sido el producto de la mente masculina... incluso la religión.

Aquí abordo algo que fue muy fuerte para mi porque siempre fui una persona de fe. Desde niña se me educó en la fe católica y siempre viví mi espiritualidad con mucho fervor y mucha devoción. Me sentía muy cerca de Cristo, era muy dada a la oración y me encantaba ir a misa. Fui extremadamente feliz el día de mi primera comunión, me encantaban los servicios de Semana Santa... en fin! Todo el paquete. Pero pronto en esta búsqueda de lo femenino me fui encontrando con una nueva forma de espiritualidad. Conocí los arquetipos de las diosas, los cultos a la naturaleza cíclica de la mujer y de la luna, el oscuro y cadencioso subconsciente femenino, el poder del ciclo menstrual...  Así fue como descubrí un Dios que le hablaba a mis entrañas. Un espíritu que en lugar de posarse desde el cielo, manaba del interior del cuerpo, de adentro hacia afuera. Un espíritu que no sólo busca al padre de los cielos, sino que ha de retornar a la madre, a la tierra, a la cueva oscura, para buscar su vitalidad. Una vida que en vez de prolongarse hacia adelante y hacia arriba, retorna siempre a sus inicios para renovarse, en un círculo infinito entre la muerte y la resurrección.  Una espiritualidad como una danza circular eterna entre lo físico y lo etéreo, lo oscuro y lo luminoso, lo celeste y lo terreno. 

Al encontrarme con esto sentí que miraba la vida, la creación y el espíritu humano de una forma más comprensiva... y comprehensiva.  Me di cuenta de que, mientras  la religión ha dejado abandonado en el camino la mitad del ser y lo ha repudiado; mientras que ha renegado del cuerpo, de la oscuridad, de lo terrenal, de lo sensual y de lo femenino, la Divinidad lo abarca todo.... y al hacerlo, recupera para esta pobre humanidad la cordura y la vida. 

Hombres y mujeres deben darse hoy la oportunidad de ver la otra cara de la moneda. Darse la oportunidad de descubrir que hay  otra forma de sentir y de hacer...  cariñosa, dadivosa, protectora,  maternal...  Darse la oportunidad de ser apoyo y no competencia.  Darle la oportunidad a la vida de ser vida, y ser vivida a plenitud... darle la oportunidad a la muerte de ser ser muerte, y traer con ella la renovación.... Darle la oportunidad a Dios de ser también madre. 



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