domingo, 24 de junio de 2012

Cómo asumimos y promovemos los patrones de belleza

Desde hace un tiempo ya me he permitido abrir en este blog  (particularmente en su página de facebook) un espacio para la discusión sobre la forma violenta en que los medios construyen los patrones de belleza y cómo esta violencia se perpetúa en nuestros cuerpos día a día, a través de imposiciones que consideramos normales...  las dietas, los desórdenes alimenticios, la moda, el consumo obsesivo de productos cosméticos, el ejercicio compulsivo, el miedo a envejecer, el aumento en la cirugía cosmética, son sólo el resultado de los pequeños complejos interiorizados tras años de bombardeo publicitario con imágenes de lo que consideramos la "belleza real". 

Hoy en día existe un interés por hacer más inclusivos los patrones de belleza y muchas casas de moda y revistas se han esforzado por difundir modelos de bellezas que llaman más "étnicas". En muchas redes se debate sobre lo que es bello y lo que no, y la bandera de la pluralidad pareciera comenzar a ser cada vez más aceptada, o por lo menos políticamente correcta. 

Sin embargo, la idea de belleza es - la mayor parte del tiempo- racista y excluyente, y aunque así no lo quisiéramos, vive así, en un trono inalcanzable y pomposo en los recodos más profundos de nuestra psique, decidiendo dónde mora realmete la belleza, y señalando con saña hasta los más inevitables "defectos" como pueden llegar a ser incluso (y con tristeza pero certeza lo digo) el color de los ojos o la piel. 

Y es así, como a mi esposo le toca oír en la oficina cosas como: "para el casting niños caribonitos o negros también?" (!) Es así, como termina uno sentado un sábado cualquiera en la sala de su casa, oyendo con cierta aprehensión y remoción de tripas a sus amigos más cercanos, hablando sobre cómo tal o cual bebé es bonito y cuál no, y tristemente advirtiendo que esta idea corresponde en un 90% a qué tanto se acerca el niño en cuestión al bebé  que tan juiciosa y poco disimuladamente Johnson y Johnson se ha esforzado por posicionar. Y por supuesto, en ningún momento hubo en esos comentarios una mala intención. Porque cosas como esta no sólo salen de la boca de un blanco defensor del white pride. Salen de la boca de cualquiera... de cualquier colombiano. Las dice el vecino, el jefe, la señora en la mesa de al lado del restaurante. Las dicen los que hacen activismo político, los que estudian doctorados, los que promueven la equidad, el respeto y el bienestar para todas las especies, todas las razas, todos los estratos, todas las identidades sexuales... Y las dicen porque en ellos, como en mí, como en todos, continúa su reinado el prototipo de belleza establecido.

Defendemos estas ideas revolucionarias sobre la imagen, sobre los medios, sobre el respeto propio, sobre la belleza subjetiva, pero desde chiquitos volvemos a promover y a inculcar el mismo patrón de belleza en nuestros hijos. ¿A dónde puede conducirnos esto?

Mi esposo no es blanco, ni mono,  ni respingado, ni de ojos claros. Mis  hijos aún no nacidos serán tal vez algún día, los feos del parche. Mañana será otro el que tenga que oír cosas como las que yo oí ayer "ahora que Laura se fue podemos decir que el hijo de X o Y es el más bonito" Y esto, debo acotar, no será culpa de X o Y por tener hijos lindos. No será culpa nuestra por no haberle dado a nuestros hijos un "mejor" juego de genes. No será culpa si quiera de quien haga el comentario. 


La familia de mi mamá tiene 50% de sangre alemana. La familia de mi papá tenía hasta hace unas cuantas generaciones papeles que les aseguraban no tener en su sangre "mácula de indio, moro o judío".  El monstruo del que estoy hablando, como decía, vive naturalmente en mí. Peleo contra él cada día aunque mi familia me lo haya heredado sin intención. El racismo, el complejo de mestizo que tenemos los colombianos, se pelea siempre desde adentro. Lo sufrimos todos, por ser más o por ser menos Johnson... creyéndonos bellos o desviviéndonos por los hijos de quienes creemos bellos, y lo seguiremos sufriendo mientras sigamos vendiendo y apoyando la idea que el sistema nos vendió a nosotros: que nuestro prototipo de belleza, el mestizo, es el equivocado. 




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