domingo, 18 de noviembre de 2012

Vamos siguiendo

Después de ponerme un poco poética y depresiva (ji ji) voy siguiendo. O digo mejor... vamos siguiendo... los tres... a veces los cuatro. 



Son incontables las sensaciones que produce esto de compartir el amor, porque hacerlo es emprender una exploración interminable del mundo interior... ese camino oscuro.  Es increíble la cantidad de cosas de uno mismo que se hacen manifiestas en la relación cercana con un ser humano... ahora ¡qué decir con varios! Es como entrar en una casa de espejos.  Contemplarte a través de tantos ojos, de tantos brazos, de tantos afectos, es contemplarte en la propia complejidad de tu personalidad; en la riqueza de tu mundo afectivo, sexual, intelectual. Lo que tontamente nos atrevemos a llamar "Yo" es siempre tanto más vasto...

Descubrimos por ejemplo, la felicidad de entregarse a otro en distintas maneras, porque no todos buscan lo mismo de ti. No a todos puedes dar lo mismo, si bien tu personalidad está constituida por unos rasgos bien definidos. El "contrato" que estableces con una persona, en cuando a lo que se da y a cambio de qué se da, nunca es el mismo. Es así, como vas descubriendo todas esas actitudes, saberes, ideas y sentimientos que tienes para dar y la forma en que  los puedes dar mejor.  

De la misma manera, comienzas a percibir la infinidad de comportamientos que se te dificultan, tus sutiles egoísmos y tus más profundos miedos.  Este tema es interesante porque no todas tus parejas te hace aflorar las mismas inseguridades. Piensa nada más en las personas que has amado a lo largo de la vida y en las dificultades que han tenido lugar en cada una de estas relaciones. Estamos LLENOS de pequeños y grandes obstáculos, todos relacionados con unos mismos patrones infantiles producto de la relación con nuestro padres, pero que crecen y fructifican de la forma más variopinta para explotar en nuestra cara en el momento menos esperado. Poder ver estas "deformidades" del alma... bueno, no tiene precio. 

Aprendes también que ¡no estás en absoluto preparado para afrontar la demencia en la que te metes! Hemos construido el amor a partir de la pertenencia. En el matrimonio se lleva un anillo, símbolo social de que ese terreno está tomado y de que atravesar sus linderos es una afrenta social... un pecado. Construimos el amor a partir del concepto de la media naranja, de la fidelidad, de la felicidad perpetua...  ¡vaya trastazo el que te das cuando ves que la cosa es un poco más compleja!  Decides entonces un curso de acción. El nuestro (y definitivamente no es ni tiene que ser el de todos) fue este. Confiar en la confianza. Confiar en la sinceridad. Confiar en el amor más allá de la certeza del otro. 
Al principio es rico... te sumerges en un agua tibia de amor incondicional, de sexualidad libre, de compinchería.  Luego empieza a llamar a la puerta una tal "programación cultural" que siempre viene acompañada de "estructura social"... y empieza la pelea. El miedo del abandono. Las sensaciones confusas sobre las partes involucradas. La rabia. La desazón. La comparación. La sensación, a veces, de soledad. Temores de muchas formas y colores. Temor a ser dejado o a dejar. 

Hemos hablado ya de los conceptos que formulan estos miedos.. empezando por la noción aquella de "el amor verdadero". Pero he pensado que en Latinoamérica además, lamentablemente, construimos el concepto de pareja a través de la monstruosidad que es la telenovela. Imagen distorsionada, estereotipada y pobre de lo que es el amor, donde abundan las brujas malvadas con sus amnesias,  embarazos fingidos, mentiras e intentos de asesinato, y las niñas ingenuas con sus sumisiones, su ignorancia, su bondad estúpida, su amor abnegado por un protagonista que pasa más de la mitad de la novela dudando de ellas. Y como de ahí partimos, cuando te enredas con otros, el arquetipo reclama a sus representantes. Pide poner nombres: el malo, el bueno, el mejor partido, la decisión correcta. Los modelos exigen continuidades, los roles piden ser asumidos. 

Y es así como toca ir desenmarañando la trama, abriendo camino, limpiando maleza. No tenemos esquemas para el amor compartido. Nadie nos ha dado soluciones, ni visiones, ni posibilidades. Sabemos construir un tipo de familia, un tipo de pareja. Y a él tendemos a aferrarnos cuando sentimos que damos pasos en el vacío.  ¿Por qué nos cuesta tanto entender el amor sin la preferencia? 

Querer así, es aventarse ciego a lo desconocido. Una aventura... 


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