lunes, 13 de mayo de 2013

Un hombre nuevo

El mundo está cambiando... ocurre algo que los especialistas han llamado "el ascenso social de la mujer" cosa que algunxs otrxs llamamos de manera más amplia y profunda "el resurgimiento de la energía femenina". Sí, señoras y señores. El mundo se feminiza. Y ¿qué quiere decir eso? Quiere decir que tanto hombres como mujeres estamos hoy preparadxs y dispuestxs para permitir alumbrar en nuestras vidas todo aquello que la sociedad patriarcal ha condenado a la tinieblas del pecado, de lo inoficioso, de lo oscuro y de lo deleznable. Listxs para incorporar nuestro carácter femenino. Abiertxs para encontrarnos con el Yin. Dispuestxs a aceptar la vida en su naturaleza cíclica. Preparadxs para enfrentar la sombra de la muerte. Ansiosxs de volvernos más flexibles, de abrazar el caos, de acoger lo subjetivo. Para poner el amor a la par del deber, la emoción a la par de la razón. Para reivindicar la diferencia y ejercer la tolerancia. Para ser capaces de ver lo horizontal. Para permitir el pensamiento espiral. Para admirar las raíces de los árboles tanto como admiramos las copas. Para hundirnos en el barro con el mismo placer que levantamos los brazos al cielo. Para dejarnos guiar por la luna a la vez que nos nutrimos del sol.

Esta feminización involucra pues, la totalidad de nuestra construcción simbólica. Se desliza por los intersticios del lenguaje. Lo permea todo. Y en el revolcón de esta ola madre, en el sacudón de esta diosa telúrica, las mujeres nos remontamos sin dificultad para ver por fin el horizonte entero. Para acceder a lo que nunca nos fue permitido.  Removidas hasta la fibra más profunda abrimos los pulmones para llenarnos de un aire nuevo... quizás... para respirar realmente por primera vez. Abrimos los ojos y vemos a Dios con rostro de mujer. El sistema de opresión entero se derrumba ante el abrazo silencioso y eterno de la Madre, esa fuerza que mora al interior de la tierra y de la matriz. Ese sostén perpetuo. Ese amor que lo da todo. Ese fuego voraz. Esa vida que danza blanca sobre la febril danza negra de la muerte. Y nos sentimos UNA. Y nos sentimos VIVAS. Y nos sentimos FUERTES. Y NOS SENTIMOS... NOS SENTIMOS.  

Pero en medio de un asombro que lo lleva a uno casi hasta las lágrimas; en medio del alzamiento de esta sororidad en la descomunal celebración de nuestra primavera, se esconden los ojos atónitos y las mentes confundidas de los hombres. 

Muchos, más sensibles al cambio, más cerca de lo femenino, pilotean la nave empapados e inestables pero confiados de que al final todo llegará a buen puerto. Otros -y debo decir que lastimosamente la mayoría- observan la cosa con absoluta desconfianza, agarrándose aterrorizados a unos mástiles que, señores, igual se están cayendo.  No hay mucho más que hacer ahí... como les dije... el mundo se feminiza.   Atrás las estructuras rígidas, el mundo en blanco y negro; y digo más,  en blanco e indio, en rico y pobre, en hombre y mujer, en adulto y niño, en europeo y salvaje,  en humano y en bestia... Empezamos la era de la consciencia y ya no tenemos tiempo ni paciencia para estos binomios de poder. 

Sí.. el mundo está cambiando y ustedes, hombres, pueden y deben cambiar también. Pero chicas: hay que tenderles una mano. No es poca cosa bajarse del púlpito, del trono, de la tarima. No es poca cosa renunciar al derecho divino de regir sobre todas las cosas, incluyendo a la mujer. No es poca cosa que les cambien las reglas a estas alturas del partido. Que les hayan enseñado a ir siempre hacia adelante y hacia arriba,  y ahora les digan que también pueden ir en círculos. Que los hayan formado para ser duros y  no tener sentimientos y de  un momento a otro se les pida que lloren sin vergüenza. Que se les haya asimilado con el mismísimo creador del universo y en favor del poder se les haya convertido en dictadores a las patadas; porque al fin y al cabo, los hombres hombres han sido antes también niños sin madre, o con madre machista y patriarcal que es incluso peor. 

Hombres: hoy yo quiero darles una mano. Subirlos al bus, darles la bienvenida. Quiero abrazarlos para sanar sus heridas. Quiero decirles que está bien sentirse débiles, indefensos... querer llorar. Quiero que entiendan que  detrás de su dureza está su niño interior pidiendo que lo quieran y que ese llamado debe ser atendido para que puedan, al fin, crecer. Quiero quitarles la responsabilidad de sostenerlo todo... podemos sostenerlo juntos.   Quiero que aprendan a nadar, a sumergirse. Que busquen abajo como buscan arriba. Que puedan descansar. Quiero que entiendan que mucho de lo que piensan de ustedes mismos no es más que un constructo social. Quiero que sepan que pueden vernos con otros ojos. Quiero que entiendan nuestra sexualidad y la suya misma para poder compartir sin desequilibrios ni violencias. Quiero se miren con ternura. Quiero que aprendan a cuidar. Quiero que nos amen sin temor y sin apego. Quiero que nos acompañemos y que podamos vernos a los ojos como iguales. 

También quiero que sepan que muchas estamos dispuestas a estar para ustedes en este proceso. Que no tienen que tener miedo... Ninguno de esos miedos que los están paralizando:  Miedo al cambio, miedo a la fluctuación de los sentimientos, miedo al placer; miedo al fracaso; miedo a cerrar ciclos; miedo a la homosexualidad; miedo a la "pérdida de la moral"; miedo a perder el control; miedo al sexo; miedo a la libertad; miedo a la humildad; miedo al amor.   

Hermanos...sostener el viejo orden del poder ya nos ha costado demasiado. Suelten ese mástil ya roído, dennos la mano y tírense al agua... que para eso somos sirenas y sabemos nadar. 


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