miércoles, 6 de junio de 2012

¿Qué es pues un parto respetado?

En el marco de la Semana Mundial del Parto Respetado y ad portas del Día Mundial de los Derechos del Nacimiento, la Fundación Camino Claro nos invita a preguntarnos qué es en efecto el parto humanizado o respetado, y si este es equivalente a un parto en casa. 

Atendiendo a este llamado, quiero compartir lo que esto significa para mi, desde mi humilde opinión y experiencia como doula, y habiendo acompañado tanto partos en casa como dentro del sistema de salud. 

Sería tal vez ingenuo e incluso atrevido decir que un parto respetado puede tener lugar únicamente en casa. En muchos países se tienen ya experiencias contundentes de partos humanizados en clínica, cesáreas respetadas o incluso atención intercultural dentro del sistema de salud oficial.  Estoy de acuerdo con que el principal obstáculo en Colombia actualmente tiene que ver con la sensibilización, la difusión de la información adecuada, el empoderamiento y la actualización de saberes, tanto de las familias que acceden a estos servicios como de los profesionales en salud que hoy fungen en nuestras clínicas y hospitales.  Conocemos las deficiencias y carencias a las que debemos enfrentarnos. Sabemos de sobra que el camino que nos queda es largo, y nos reconfortamos en la certeza de que la meta es alcanzable,  pues contamos con la experiencia de países que han logrado incorporar exitosamente el parto respetado a su sistema de salud. 

Responder a esta pregunta es sencillo y creo que todos los que laboramos en el medio tenemos puntos de encuentro a este respecto. Ahora bien, conociendo las limitaciones que actualmente presenta el sistema de salud colombiano para atender adecuadamente a las madres; sabiendo de primera mano que en la mayor parte de los hospitales y clínicas del país no existe el más mínimo conocimiento sobre qué es una doula; teniendo presente el limbo jurídico, la falta de reconocimiento y la satanización a la que actualmente se encuentran sometidas las parteras de nuestro país, la pregunta que me surge es: ¿cómo se accede a un PARTO RESPETADO en Colombia en este momento

Doy una breve mirada a lo que ha sido mi trabajo en los últimos años, y no estoy segura de que -poniéndonos en este particular contexto- la respuesta me resulte tan clara. 

Aparte de una experiencia excepcional en el Hospital Regional de Duitama donde las políticas para maternidad y ginecobstetricia están a la vanguardia y en línea con las recomendaciones de la OMS, no podría decir que el trabajo que actualmente se puede realizar en las instituciones hospitalarias de Bogotá haga mucho honor a aquello que consideramos un Parto Respetado. 

Si bien es cierto que poco a poco la doula ha comenzado a hacer presencia en las clínicas de alto nivel de Bogotá, no considero que en forma alguna se  "permita que sea la mujer la protagonista del mismo y no el equipo médico." Tampoco que en el proceso "la mujer se informe, participe y decida", mucho menos que se prioricen  "las necesidades de la diada madre bebé" o que se promueva de forma particular el contacto piel con piel. Ayer mismo tuve que ver a una madre aguantar una "recuperación" de una hora en una sala de partos helada, mientras su bebé estaba en una incubadora mientras el personal se aseguraba de que "hubiera una buena adaptación al medio". Y eso que a esta madre se le permitió el ingreso de una doula y no se le realizó una episiotomía (un éxito... diríamos). Y aunque las cosas salieron bien en la medida de lo posible, el doctor, que era un amor, fue muy claro y contundente al informarnos que el que manejaba el parto, era él, en que se harían todas las intervenciones que él considerara pertinentes y en el momento en qué él así lo decidiera. 

No hubo episiotomía, pero hubo goteo de oxitocina (a pesar de que ella ya tenía contracciones cada 3 a 5 minutos), hubo rotura artificial de membranas, hubo monitoreo fetal permanente, hubo suero, hubo oxígeno, hubo peridural... y sobre todo, hubo un bebé llorando durante una hora porque a su madre sólo la dejaron sostenerlo por 5 minutos. Eso sin hacer mención del manoseo frenético y agresivo a la hora de la auscultación que me pareció totalmente irrespetuoso con esta criatura recién llegada al mundo.  Y claro, ante experiencias mucho más nefastas, yo consideré que la cosa había salido de maravilla. 

La dicha me duró lo que me tardé en recordar los tantos rostros de las madres que he acompañado en casa... los bebés tranquilos... los papás en llanto por la emoción. La temperatura cálida de las habitaciones, el fuego encendido, la reverencia ante los primeros minutos de vida de los niños. La acogida amorosa de la placenta como un órgano de valor físico y espiritual incalculable y no como un residuo hospitalario altamente contagioso. Los cantos de quienes acompañamos el parto, la comida compartida, la luz tenue, el descanso merecido. Las sonrisas de satisfacción de mujeres poderosas, ahora llenas de confianza en sí mismas, en sus cuerpos, en la naturaleza. La admiración de los familiares antes estas amazonas que trabajan en ocasiones hasta dos días seguidos sin parar, sólo para recibir a sus hijos en casa, entre los suyos, con amor y con dignidad. 

Es claro para mi que hay trabajo por hacer en el sistema de salud, y el trabajo, como todas sabemos, no debe parar... debe ser diligente, constante, certero. Pero mientras el momento llega ¿cómo le ofrecemos a las familias este respeto? ¿cuáles son las opciones que estamos dispuestas a poner sobre la mesa? ¿cuáles son las decisiones que debemos asumir para que las familias puedan tener HOY el parto que sueñan y merecen?















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