domingo, 3 de junio de 2012

Rosa Elvira... tú y tantas mujeres...


El hombre que violó y asesinó a Rosa Elvira Cely en circunstancias que no vale la pena repetir más, fue capturado hace 3 días. Según El Colombiano "el presidente Santos se refirió al hecho y aplaudió el rápido actuar de las autoridades judiciales."  Lástima que haya sido necesario esperar a la muerte de Rosa Elvira y a la abrumadora indignación pública para actuar con tal rapidez y diligencia, en lugar de haberlo hecho hace un mes, cuando el mismo hombre fue acusado por su pareja de violar a sus hijastras... 

La apabullante muerte de Rosa Elvira es un llamado de atención... una señal desesperada, el último y más grotesco síntoma de una enfermedad social profunda.  Las cifras de violaciones, torturas y maltratos son y han sido siempre un escándalo en nuestro país, y eso sin mencionar siquiera lo que ocurre bajo el manto del conflicto armado. 

Queremos un país que enseñe a los hombres a no violar, no que enseñe a las mujeres a cuidarse de no ser violadas

Manifestación en el Parque Nacional
Imagen: Cijusticia ONG

A continuación la editorial de El Tiempo. 

No cesan la consternación e indignación que produjo el brutal asesinato de la joven madre Rosa Elvira Cely, acaecido en la capital del país hace once días y cuya repercusión sigue sintiéndose en el ámbito nacional e internacional.

Desde el más humilde de los ciudadanos hasta el Presidente de la República han expresado su repudio contra un hecho que no deja espacio distinto a plantearse con severidad el grado extremo de violencia que se viene ejerciendo contra las mujeres.

Ya no es solo el maltrato en la intimidad del hogar, sino el que apela a prácticas desde todo punto de vista condenables aquí y en cualquier sociedad que se llame racional. El caso de las víctimas de los ataques con ácido es aberrante. Oficialmente, se registraron 55 episodios en el 2010 -casi uno por semana- y 42 el año pasado. En el 2012, la cifra ya supera la decena.

Sus historias, a cual más conmovedoras, han generado un rechazo colectivo y una solidaridad que, si bien no sana sus heridas, visibiliza una realidad que demanda el accionar efectivo de la justicia, que pareciera estar sorprendida y desarmada ante estos nuevos ultrajes.

Pero si los casos de las mujeres desfiguradas nos tenían indignados, el de Rosa Elvira nos dejó sin aliento y sobrecogidos. Hasta la ONU no dudó en calificarlo como un claro ejemplo de "desprecio por la vida". Es un hecho incalificable. Su asesino -o posibles asesinos- no solo la ultrajó, sino que se ensañó con ella y con su cuerpo, al límite de cometer aberraciones propias de los tiempos de la barbarie y de los sacrificios humanos. Y alarma más el que las autoridades hayan registrado otros siete casos brutales en el último año en el país.

Rosa Elvira representaba a millones de mujeres colombianas a quienes las dificultades, lejos de amilanarlas, las engrandecen y las llevan a labrar un camino seguro para las de su estirpe. Eso era lo que ella anhelaba para su pequeña hija, de 12 años. Eso y convertirse en una mujer profesional, capaz de salir adelante, aunque fuera a punta de vender minutos de celular en una esquina.

Pero un desadaptado estaba al acecho. La sevicia con que se viene actuando para atacar a las mujeres es un indicador del grado de descomposición social al que estamos llegando. El salvajismo que evidencian los rastros de la violencia en los cuerpos de ellas devela la conducta de sus agresores, marcada por el odio, la frustración, los celos, la intolerancia, la venganza y el sinsentido. Una terrorífica manifestación de lo que se incuba hoy en nuestra realidad y que requiere la atención inmediata de quienes tienen a su cargo el análisis del comportamiento humano en estos tiempos de desajustes sociales y culturales.

Lo que está ocurriendo es mucho más grave que lo que se registra en los medios y tiene raíces más profundas que las que conocíamos. Allí convergen el trastrueque de valores, el mal ejemplo que se ofrece desde distintos estamentos de la sociedad y una subcultura que se ha venido nutriendo de un conflicto sin fin.

A estas alturas, y luego de lo ocurrido con tantas mujeres violentadas en forma irracional, las medidas que se anuncian suenan tardías. Por ello, urge ponerlas en práctica cuanto antes. No podemos seguir asistiendo a escenas macabras y en el único papel de testigos silenciosos.

La creación de un cuerpo élite que atienda las agresiones contra ellas y una línea preferente para recibir sus denuncias son un comienzo, pero insuficientes para hacerle frente al desafío planteado.

Basta revisar las cifras para entender el tamaño del reto: más de 1.200 mujeres fueron asesinadas en el 2011, y este año van 491, al tiempo que se atendieron 17.000 exámenes por abuso sexual y 60.000 por maltrato familiar. Y hubo un total de 42.000 reclamos por violencia de pareja.

Esta es una tenebrosa estadística que, además de exigir normas y el compromiso estatal de proteger a las mujeres en toda circunstancia, envía un mensaje contundente desde y para la sociedad, para condenar ejemplarmente este tipo de prácticas y ayudar a prevenirlas: desde el hogar, la escuela y el trabajo, al tiempo que se reclaman con vehemencia sanciones ejemplares para los agresores.

En el momento de escribir estas líneas se ha sabido de la captura del presunto homicida de Rosa Elvira. Bien por la Policía, que actuó con la celeridad que reclamamos. Se trata de un joven con antecedentes y para quien el propio presidente Santos ha sentenciado que "se pudra en la cárcel", de ser hallado culpable.

Bienvenido el clamor de justicia que a la salida del sepelio de Rosa Elvira expresaron familiares y amigos. Pero, así como un grito de indignación recorre el mundo en procura de sociedades más justas e igualitarias, el llamado es a que esa misma indignación la expresemos todos cuando se atente contra la integridad física y moral de una mujer o una niña. Solo así estaremos enviando el mensaje correcto.

EL TIEMPO se solidariza con las mujeres que han sufrido en carne propia la brutalidad de las acciones demenciales de sus atacantes y, desde luego, respalda la marcha convocada para hoy, a las 10 de la mañana, en el parque Nacional, en memoria de Rosa Elvira Cely y de todas aquellas que siguen soportando con increíble resignación el dolor que les dejan el silencio y la indiferencia.

editorial@eltiempo.com

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