jueves, 6 de diciembre de 2012

La Navidad y sus símbolos

Ahora que entramos en esta época navideña de tanta contradicción, quise dedicar una entrada especial a este tema que se vive con tanto furor por estas y otras tierras. 

Ya hace tal vez un mes propuse en la página una serie de consejos para revisar un poco nuestros compulsivos e inconscientes comportamientos navideños como el gasto desmedido de recursos o el absurdo despilfarro en basura comercial.  Hoy quiero hablar más a fondo de la noción simbólica de la fecha y de sus implicaciones para la vida psicológica y espiritual. 

Como todos los "cuentos" religiosos, el cuento de la Navidad esconde un mensaje profundo que atañe a nuestro desarrollo como seres espirituales en esta experiencia que es la vida humana. El significado de sus símbolos, seguramente claros en épocas antiguas, ha sido borrado por el tiempo y por la obstinación de nuestra religión infantil que insiste en afirmar el carácter histórico y real de estas historias, por encima de su riqueza simbólica y arquetípica, y naturalmente, por encima del desarrollo espiritual en sí mismo. 

Este texto está escrito entonces, para aquell@s que como yo, han sido criad@s en una sociedad con hondas raíces judeocristianas y han construido a partir de ellas su mundo espiritual, pero siempre con la pregunta en la punta de la lengua y sin acabar de tragar entero. 

Vamos a empezar por lo que yo considero uno de los símbolos más relevantes de la mitología cristiana, y es la imagen de la Virgen. María es la mujer que engendra y da a luz a Cristo. 

La mujer representa en todas las mitologías el principio receptivo de la naturaleza. María es  entonces el  receptáculo de lo divino, vientre donde se genera la vida, tierra fértil.  Lo masculino (Dios, Padre, Espíritu Santo, San José y su cayado, etcétera) representan el principio activo o masculino: La acción fecundadora, el movimiento ascendente. Bien.  María, además de ser una mujer, es una mujer virgen. Virgen quiere  decir inmaculada. No del sexo o de la carne, sino limpia de juicios y conceptos, vacía, con la mente en silencio y con el espíritu quiero, apto para recibir y para engendrar lo nuevo.  La Virgen María, en este cuento, somos tod@s. Para recibir la acción masculina, la fuerza que impulsa hacia arriba, hacia el desarrollo, hacia el crecimiento, debemos primero ser María. Ser la tierra, ser el útero mismo, con fuertes raíces descendentes; y ser vírgenes, estar dispuest@s, estar vací@s, dar el sí. El camino espiritual, el verdadero crecimiento, nace del vacío mental. De la entrega a la oscuridad, de rendirse ante la nada, de la virginidad del espíritu.  

Una vez entramos en contacto con ese mundo interior, la matriz, la nada primigenia, estamos disponibles para la acción fecundadora de la consciencia. Para ser poseíd@s por el Espíritu. Es ahí cuando aceptamos el principio activo, generador de la búsqueda. Debe haber contacto con lo femenino (lo oscuro, lo innombrable, lo desconocido, lo fértil, lo virginal) para encontrarse sanamente con lo masculino (el crecimiento, el desarrollo, la acción). Entonces, el espíritu que todo lo anima, ante ese terreno fértil y dispuesto, da inicio a la creación de la consciencia... a la gestación del Verbo (la palabra, la obra).

Una vez fecundada, la Virgen debe emprender un camino hacia su ciudad de origen (o su ser interior). Montada en un jumento (la humildad, el tesón, incluso la sabiduría de su naturaleza animal) la virgen va hacia su origen, a dar a luz a Cristo: la consciencia, la luz.  Y no es allá,  en los grandes espacios públicos de los cultos y los poderosos (el reino del neocortex), sino junto a los animales, en la profunda conexión con su ser esencial, que finalmente la Virgen puede parir a la consciencia.

De entre la oscuridad, nace nuevamente la luz. Se siembra nuevamente la esperanza de la primavera. En la humildad. En el silencio. En la oscuridad. En el vacío conceptual. En la 'pobreza'. En el amor. En la naturaleza. En la unión del principio femenino y masculino. En la sabiduría de 'los ignorantes'. 


Conectémonos entonces con nuestro principio femenino: la receptividad, la intuición, el caos, el mundo emocional. Vaciémonos de conceptos, de ideas, de prejuicios, de pretensiones. Dejemos el ayer y el mañana. Soltemos el mundo del ego ¡seamos vírgenes!


Oculta entre los mitos,  yace siempre la Verdad. 




2 comentarios:

  1. Excelente mensaje!! Muchas gracias me encantó, es tiempo de reflexionar y dejar a un lado el consumismo.

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