En la caverna de la soledad. Cecilia Valadez |
Hablar
de amor implica hacerlo. Hacer el amor implica vincularse. Vincularse implica
abrir el corazón. Abrir el corazón implica hacerse vulnerable. Hacerse
vulnerable implica sí, quitar las
barreras para llenarse de dicha, pero también estar dispuesto a sufrir a veces.
He
pasado por mucho ya. Mucho enamoramiento y mucha decepción y mucho ajetreo y
mucha euforia y muchos besos y muchas angustias. Involucrarse afectivamente con
más de una persona es en cierta forma hacer más de lo mismo. Multiplicas las
emociones, pero las multiplicas por igual. Más sexo, más agotamiento. Más amor,
más dolor. Más planes, más confusiones. Más expectativas, más desilusiones. Más
compromiso, más incapacidad de asumirlo.
Hay que tener estómago para esto. Y más corazón y más cerebro y más paz
interior. Mucha más paz interior.
Después
de ya algunos añitos en el ruedo, recojo mis pedazos para mirar lo que he
creado desde lejos. He tenido que aislarme un poco a cuenta del maremágnum de
emociones y planes y exigencias y deseos a los que hay que estar dispuesto a
responder expresamente. En el principio
todo es arrobamiento, como siempre. Pero luego viene la búsqueda de propósitos
más hondos, la necesidad de evolucionar y crecer, las preguntas cada vez más
constantes y e incisivas: ¿Hacia dónde vamos? ¿Cuánto tiempo podemos mantener
esto? ¿Qué pasa con los intereses personales? ¿Qué necesidades atendemos
primero? ¿A qué sentimientos le damos prioridad? ¿Cómo afecta esto a uno, o al
otro, o al otro…? ¿Cómo estas decisiones me afectan a mí misma? Y entonces sobreviene el cansancio absoluto.
La necesidad de estar afuera... quieta. En silencio.
Soledad Fernández Ramos |
No
se puede uno compartir sanamente si no está en su centro. No puede uno dar de
lo que no tiene. Y cuando te distraes, y te dejas revolcar por tus decisiones
como por una ola, luego sólo queda el ahogo y la mirada atónita de un montón de
almas que ya no entienden bien lo que están haciendo. Hay que ser persona para
encontrarse con el otro. Y hay que ser autónomo para darse con entereza.
Si
es difícil vivir de a dos, más difícil es vivir de a tres o de a cuatro o de a
cinco. Con cada persona tienes relaciones distintas, claro, pero a la vez
paralelas, y a veces no alcanza el tiempo ni la cabeza para darles a todas el
lugar que piden y merecen. Caminar, en
suma, se hace pesado cuando estás tratando de coordinar muchos pies, cada par
tirando de cierta forma para su lado.
Es
difícil andar… sí. Y pesado. Y sin duda lo más difícil es padecer un
desgarramiento de corazón por el crecimiento desproporcionado de las partes,
que no se quedan quietas en un rincón y que hacen que se te rompa el pecho de
vivir tantas emociones y te estallen los oídos de escuchar tantas voces.
Después
del amor viene la calma. Debe venir la calma… Para mirarse por dentro, para aquietar
el espíritu, para descansar el cuerpo; y para comerse en paz los frutos de lo
que sembraste, porque sólo así se puede empezar a sembrar de nuevo.
¿A
dónde lleva las semillas el viento? Nunca se sabe… nunca se sabe.
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