sábado, 1 de marzo de 2014

Después del amor viene la calma


En la caverna de la soledad. Cecilia Valadez

Hablar de amor implica hacerlo. Hacer el amor implica vincularse. Vincularse implica abrir el corazón. Abrir el corazón implica hacerse vulnerable. Hacerse vulnerable implica sí,  quitar las barreras para llenarse de dicha, pero también estar dispuesto a sufrir a veces.

He pasado por mucho ya. Mucho enamoramiento y mucha decepción y mucho ajetreo y mucha euforia y muchos besos y muchas angustias. Involucrarse afectivamente con más de una persona es en cierta forma hacer más de lo mismo. Multiplicas las emociones, pero las multiplicas por igual. Más sexo, más agotamiento. Más amor, más dolor. Más planes, más confusiones. Más expectativas, más desilusiones. Más compromiso, más incapacidad de asumirlo.  Hay que tener estómago para esto. Y más corazón y más cerebro y más paz interior. Mucha más paz interior.

Después de ya algunos añitos en el ruedo, recojo mis pedazos para mirar lo que he creado desde lejos. He tenido que aislarme un poco a cuenta del maremágnum de emociones y planes y exigencias y deseos a los que hay que estar dispuesto a responder expresamente.  En el principio todo es arrobamiento, como siempre. Pero luego viene la búsqueda de propósitos más hondos, la necesidad de evolucionar y crecer, las preguntas cada vez más constantes y e incisivas: ¿Hacia dónde vamos? ¿Cuánto tiempo podemos mantener esto? ¿Qué pasa con los intereses personales? ¿Qué necesidades atendemos primero? ¿A qué sentimientos le damos prioridad? ¿Cómo afecta esto a uno, o al otro, o al otro…? ¿Cómo estas decisiones me afectan a mí misma?  Y entonces sobreviene el cansancio absoluto. La necesidad de estar afuera... quieta. En silencio.  

Soledad Fernández Ramos
No se puede uno compartir sanamente si no está en su centro. No puede uno dar de lo que no tiene. Y cuando te distraes, y te dejas revolcar por tus decisiones como por una ola, luego sólo queda el ahogo y la mirada atónita de un montón de almas que ya no entienden bien lo que están haciendo. Hay que ser persona para encontrarse con el otro. Y hay que ser autónomo para darse con entereza.  

Si es difícil vivir de a dos, más difícil es vivir de a tres o de a cuatro o de a cinco. Con cada persona tienes relaciones distintas, claro, pero a la vez paralelas, y a veces no alcanza el tiempo ni la cabeza para darles a todas el lugar que piden y merecen.  Caminar, en suma, se hace pesado cuando estás tratando de coordinar muchos pies, cada par tirando de cierta forma para su lado. 

Es difícil andar… sí. Y pesado. Y sin duda lo más difícil es padecer un desgarramiento de corazón por el crecimiento desproporcionado de las partes, que no se quedan quietas en un rincón y que hacen que se te rompa el pecho de vivir tantas emociones y te estallen los oídos de escuchar tantas voces.

Después del amor viene la calma. Debe venir la calma… Para mirarse por dentro, para aquietar el espíritu, para descansar el cuerpo; y para comerse en paz los frutos de lo que sembraste, porque sólo así se puede empezar a sembrar de nuevo.

¿A dónde lleva las semillas el viento? Nunca se sabe… nunca se sabe. 

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